19.6.09

Así que te creías, Santiago.

No soy viajero ni conversador, esa es mi gracia; y en mis paseos hablo con los pueblos, que me ofrecen regalos como la quietud de los campos, lo bizarro de los puertos y el sonido de las costas.
Pero tú Santiago me aburriste. Eres egocéntrico e individualista, cada detalle que muestras no hace más que confirmar tu vanidad descontrolada; quieres sentirte necesario, único, con tus tiendas de ropa alternativa, tus clínicas con servicio de hotelería y tu aparente diversión excepcional; te vendes como esa innecesaria tele de 90 pulgadas que me convencieron de comprar, que no tiene más utilidad que frustrarte con un mundo ficticio y manipulado donde supuestamente debes vivir. Y peor aún, te presentas como lugar de oportunidades, sin avisar que cobrarás cada cosa que uno haga. Eres un mercantilista que absorbe la vida de otros justificando en tus productos exclusivos el alto costo que nos cobras.
Tú, Santiago, te asemejas al bar de moda, atestado de gente y humo. Ese bar con 5 pistas y 9 ambientes, de los que sólo alcanzaste a conocer dos. Ese bar en el que perdiste media hora en entrar y otra más en encontrar asiento; donde tuviste que abrirte paso a codazos para llegar a la barra, terminando con un moretón en tu pie derecho, una marca de cigarrillo en tu chaqueta favorita y tu brazo mojado por el ron que cayó en el camino. Ese bar donde te topaste con la mina de Yingo, que te miró de arriba abajo y te despreció porque se cree exitosa. Ese bar con la música electrónica de moda sonando al máximo, tanto que no te deja conversar. Ese bar donde fuiste a la terraza para poder respirar pero no pudiste porque estaban todos fumando. Ese bar que no te tincaba pero te engatusó con su barra exclusiva y exótica; donde pediste un trago hawaiano que no estaba ni tan rico porque te lo hicieron apurado, donde te tomaste 5 porque no vendían otra cosa, y que al final no hizo más que dejarte con una resaca terrible al día siguiente.
Yo lo sé y tú también lo sabes, eres ese lugar que ofrece miles de alternativas y después te muestra la cuenta: horas de vida por ir al cerro, miles de pesos por ir al concierto de Madonna; el dolor de tu brazo derecho por mantener sujeto el bolso, la garganta irritada por el humo citadino, el oído atrofiado por los bocinazos, y el individualismo instaurado por el miedo, la reticencia y la frustración que compartes día a día con tus compañeros de la micro. Sí Santiago, eres como el crédito con cuota flexible del banco que te auspicia, puedes comprar lo que quieras pero nunca sabrás cuanto te cobra. Absorbes la vida y absorbes el alma, Santiago, tú lo sabes. Enójate, ¿y qué?.

Sí, me engatusó un rato el bar de moda, pero al final agobia, agota y te deja vacío y sin plata.
Yo prefiero el bar de don Tito, que vende la Pilsen y el completo; donde a medianoche la Romina, que es la nieta de don Tito (y que se puso a pololear con el hijo del tío Julio), te da un pan con pebre porque te cachó que estabai medio doblado. Prefiero la Fuente de Soda con el flexit descascarado, donde mi tío Pepe a las 5 puso a sonar su radio AM donde tocan las rancheras. Total ¿pa’ qué quiero el trago exótico que te hicieron sin cariño, la pechugona siliconada que te mira como looser, el sonido envolvente que te revienta los tímpanos y la terraza al aire libre que está llena de humo?.
Prefiero el club social pequeño y de escaso glamour, pero de gran corazón, donde la cazuela de la hora de almuerzo está rica porque la señora de don Tito la hizo pa’ alimentarte, no pa’ estafarte con su monopolio. No como tú, Santiago, nutriéndote de nosotros, encandilándonos con tus lujos innecesarios y oportunidades que al final nunca disfrutamos porque vives refregándonos en la cara que siempre puedes tener más.
Sí, hoy si que renuncio a Santiago, así que espéreme que voy saliendo. Tomo la línea dos del metro con dirección Vespucio Norte y en la Estación Los Héroes combino hacia San Pablo, me bajo en la Estación Central, hago la cola pa’l pasaje, tomo el metrotren, hago el viaje y llego. Iba a ir contigo mi amor, pero me llamaste recién y se te quedó la billetera y te devolviste, se nos fue el último metrotren, así que me quedó acá nomás...

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Le dijo al mundo de Pablo Soto!