7.1.10

Con olor y sabor a uva.





Raro empezar un relato sin preguntarme algo.
Creo que tiene que ver con mi personalidad insegura e inquieta: Que quiere tener respuestas y tranquilidad.

Hoy no es mas que un día de aquellos en que el sol brilla y alumbra como es costumbre en un verano de Santiago. Poca gente se ve en las calles, gente menos apresurada y con el rostro aparentemente menos destrozado. Inmerso en mis pensamientos viajo hasta el siglo pasado, me refiero al XX, años atrás cuando en meses de Enero o Febrero vivía muy diferentes mis veranos, descansaba y no tenía mas preocupaciones que las de un jovencito quinceañero.

En Linderos, muy campo por quellos años, los demás chiquillos de mi edad y yo trabajabamos en las distintas cosechas de frutas de la temporada: Ciruela, durazno y por supuesto uva. Aunque mas que trabajo era una distracción a todos nos gustaba ir, en lo particular a ami me encantaba levantarme temprano y saber que antes que mucha gente se despertara y empezara a vivir yo ya estaría trabajando, metido entre árboles frutales o mayormente abajo de parrones por desojar, amarrar o con racimos frondosos que cosechar. Disfruté cada día entre esfuerzo, sudor, manos cortadas, uñas inmundas y olor a azufre lo vivido en ese mundo ahora bien recordado. En ese entonces llegaba a odiarlo, pero hoy lo recuerdo con muho gusto y se que muchos de mis antiguos vecinos hoy se encuentran bajo el alero de algún árbol o parrón poniendo el hombro hasta mas no poder, hasta la última gota de sudor del día para ganarse el pan de cada día.
A esos obreros y tempreros, hombres y mujeres de campo que se esfuerzan el doble quiero dedicar mi día, mis pensamientos y buenas vibras.

Me quedo con ganas de saborear un durazno jugoso o un racimo de uva!!!

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Le dijo al mundo de Pablo Soto!